Y un día me dí cuenta que,
probablemente, dejé de escribir porque estaba demasiado preocupado
en sobrevivir. Me habían engañado con la idea de la promoción
social, y me encontré a mi mismo haciendo malabares para ser ese
otro tipo, ese con las comodidades de la vida moderna, con un título
universitario, con un trabajo acorde a ese yo que estábamos creando
y con todos esas posesiones que terminan dándole la vuelta a la
situación.
Mis textos más largos se convirtieron
en detalladas actualizaciones de estado a nivel de cualquier red
social, en exhaustivas listas de la compra que minimizaban gastos
pero que a la larga maximizaban problemas de salud o en listas de
tareas con el fin de optimizar el tiempo que nunca sobraba cuando
estás atado a este modelo 2.0 de vida esclava.
Probablemente dejé de escribir porque
me olvidé completamente de como expresarme y ya no quedaban
sentimientos ni por dentro, ni por fuera. Justo ahí, cuando lo
pensé, me dí cuenta que estaban ganando, que me habían quitado la
parte humana que me hacía diferente, que era una pieza más que se
movía al son del resto de la maquinaria y que, con mi movimiento, ayudaba a que la noria siguiera con su inercia. Fue ahí cuando me senté
otra vez para decir basta, primero con las palabras, después con las
acciones.
31/01/2014
editado 03/10/2014
Federico-Gonzalez
Libro: Historias Mínimas: Noches en Vela
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