lunes, 1 de septiembre de 2014

Hero de Janeiro





Dicen las paredes, en las primeras casas ocupas de Ámsterdam que Ámsterdam te ama…Pero lo que no dicen es que nosotros también, a pesar de que asuste ver la cuenta bancaria otra vez.

Nos volvemos a casa pensando en volver, soñándola casa algún día o por lo menos un destino más cotidiano. Nos volvemos además con una semilla, llamada idea, germinando en nuestras cabezas y creciendo poco a poco hasta que la podamos llamar  aventura, la aventura de bicicletear Ámsterdam-Londres. Y es que nos volvemos con la idea de seguir conectados de algún modo aunque sea cuidándole el gato a mi amiga Joni Uhlenbeck, pongo el apellido solo porque me gusta como suena y para los que me conocen demasiado aclaro que “el gato” es un gato de verdad sin ninguna connotación secundaria…


Y aunque es cierto que visitar amigos como Jeremy, que viven la cotidianidad de las ciudades, hace que la experiencia se extienda, nos gustó por todo lo que pide un turista (y eso que llovió la mayor parte del tiempo) pero también por lo que pide un emigrante. Y a la vez nos gustó tanto porque no nos hizo falta probar el vicio que el ajeno le atribuye a la ciudad para disfrutarla más que ningún otra hasta el momento. Porque del mensaje que exportaron se malinterpretó esa ideología que los Holandeses tienen de no tener nada que ocultar y el foráneo cree que la capital de los tulipanes está hecha para encontrar sexo, drogas y a veces rock and roll. Y es por eso mismo que son famosos, por esa misma filosofía, porque si en las demás ciudades ofrecen lo mismo al menos ellos lo regulan y lo hacen de puertas abiertas, sin esconder la realidad oculta detrás de esos temas.