He decidido que en este caso
la foto (Fuçeta) no sea un reflejo tan claro de lo que quiero decir, aunque
para mí, que sé el momento exacto en que fue tomada, porqué estaba en ese
lugar, como llegué allá, que sentía cuando la sacaba, que quería expresar, que
me faltaba y todos esos miles de factores que influyen en cualquier decisión...
para mí, que tengo todos esos datos, tiene un significado totalmente
significante.
Y es que llevo mucho tiempo
con la idea en la cabeza de que el concepto de “suerte” sigue siendo ese
edulcorante para aquellos que no quieren hacerse cargo de sus acciones, para la
fácil tarea de echarle la culpa a algo ajeno a nuestras posibilidades. Es más
fácil encontrar un escape a las consecuencias de mis decisiones si ellas son
producto de un ente ajeno. Creer en la suerte, el destino, Dios, o cualquier
otro concepto de iguales características es excluyente a creer que cada uno es
dueño de sus actos y que puede aspirar a cualquier objetivo. Yo creo que somos
más grandes que eso.
Me autozancadilleo cuando
pienso más profundo de lo que mi mente es capaz de imaginar, pero eso me hace
más fuerte, porque al menos hago el ejercicio ese de preguntar en vez de dar
por hecho. Y me pregunto… y soy un mar de dudas…